El miedo a hablar en público y las empresas

Tras_el_telon-_Cora_Cruz_Arias_EDIIMA20130402_0122_15Es habitual encontrarse con gente que afirme que le es imposible hablar en público. Y esto no es casualidad, durante nuestra carrera formativa y profesional se nos pide que expongamos nuestras ideas, planteamientos y argumentos ante un público. Últimamente, además, observo cómo compañeros de centro formativo adulan las capacidades comunicativas de otros compañeros, habitualmente de origen sudamericano.

Cuando les pregunto qué sienten al hablar en público siempre, en un momento u otro, sale a colación la manida expresión “Miedo Escénico”. Lo maravilloso del tema es que la misma palabra define el origen y la solución del problema:

El miedo a salir a escena, a exponer, a exponerse ante un público donde, en definitiva, no solo exponemos una idea, o argumento, sino también exponemos nuestra vulnerabilidad, debilidades, miedo a equivocarnos y nos exponemos a la opinión de los demás.

Pero bueno, el miedo, no deja de ser miedo, y es algo con lo que el ser humano convive a diario. Esto no sería un inconveniente si no fuera por dos factores agravantes:

El primero de ellos es que sintomatológicamente el miedo escénico es una reacción muy extravagante, con sudores fríos, escalofríos, nervios, dolor de  barriga, nervios e incluso vómitos.

El segundo se basa en que el cambio paradigmático social esta derivando a que la exposición pública de ideas dentro de las organizaciones, tome un papel clave a la hora de la administración de los recursos -escasos-. Además, la creciente necesidad de que los directivos o jefes de equipos mejoren sus capacidades comunicativas para fortalecer su liderazgo dentro de los diferentes grupos, los hace tener que enfrentarse mas veces a estas situaciones. Por no hablar del crecimiento de los encuentros y congresos de vital importancia en el desarrollo profesional y que, de darse el caso, nos pueden precisar como oradores. Y esto está a la orden del día y, curiosamente, la empresa requiere y necesita actualmente una templanza al comunicar sus ideas, inversamente proporcional al grado de miedo escénico que una persona puede llegar sufrir. Lo que, obviamente, aumenta la presión.

Además, en las organizaciones se necesita visibilidad, si no te se te ve con toda probabilidad pases a ser un mero peón en la cadena de mando, sin embargo, cuando haces notar tus ideas, darás brillo y valor a tu trabajo. La sociedad, y por tanto las empresas, están famélicas de personas que sepan comunicar las ideas, la cultura empresarial y la validez de un producto. Y es una oportunidad que no podemos dejar escapar.

Pero, claro, ¿cómo podemos curar esta curiosa “enfermedad”?

Volvamos al principio de este artículo y a los alumnos que a diario alaban las capacidades comunicativas de sudamericanos o anglosajones. Una vez situados, hagámonos dos preguntas tan sencillas como clave: ¿qué han hecho ellos que no he hecho yo? ¿qué hacen ellos en este momento que no hago yo?.

Ambas tienen la misma respuesta: Practicar. En los sistemas anglosajones, así como en muchos sudamericanos, las exposiciones públicas son una norma en el día a día del funcionamiento de los colegios, apoyándose en grupos de debate, charlas, etc. Todos los expertos en comunicación, como Maty Tchey, directora de Arqueros de la Palabra, o el Dr. Matt McGarrity, Universidad de Washington inciden en que la técnica comunicativa es solo una parte mínima del verdadero éxito comunicativo y que la práctica es la clave. Ambos opinan que desde la educación primaria deberíamos haber salido a exponer en el colegio para perder el miedo a hablar en público y “naturalizar” este tipo de situaciones, puesto que naturalizar una situación, es inequívocamente, una forma de neutralizar el miedo.

¿Eso significa que dejaremos de sentir nervios al hablar en público algún día? ¡NUNCA! ¡JAMÁS! O de lo contrario habrá perdido su esencia, pues lo realmente importante es aprender a canalizar esa energía en nuestra audiencia, grupo de trabajo, comité de dirección para hacerles conscientes de que tus ideas no son razones sino que son, además, una forma de entender la realidad.

Por tanto, cuando veas un buen ponente que cuenta sus ideas con pasión y convicción, un compañero de trabajo despliegue su proyecto y consiga ser convincente, nunca deberías pensar “Oye, qué bueno es este tío, yo no podría” sino “Si él ha podido, yo también” Y acto seguido; Practica. Practica. Y Practica. Pues solo así, aprovechando cada momento para salir de la zona de confort y alimentar nuestra innata necesidad de aprender, solo cuando exijamos que el miedo deje paso al disfrute, seremos los presentadores convincentes que, sin saberlo, ya somos.

Y si, obviamente, hay grandes formadores que te pueden ayudar.

José J. Burgos Lancero

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